TOULOUSSE - TOURS
LA ODISEA DE UNA REVOLUCIÓN
Esta vez, Ura y yo partiríamos solos en el viejo Ford Fiesta. 600 km nos separaban entre Toulouse y Tours pero prisa teníamos poca, en principio. En Tours nos esperaba Ettien (enfermero y estudiante de antropología) un francés muy peculiar, apasionado de las largas tertulias y el buen queso, cómo no. Fanny, su novia ya hace 7 años, estaba de escapada con las amigas por lo que Ettien y yo compartiríamos un día de solteros para ponernos al día.
Para llegar a Tours, la odisea sería mayor de lo esperada. Los chalecos amarillos, en un principio, nos ayudarían económicamente, pero al final del viaje y cuando más lo necesitábamos no hicieron más que entorpecer nuestra llegada a Tours.
Al principio del trayecto tomamos la autopista sin querer, cosa de la que me arrepentí nada más entrar pero más tarde nos saldría redondo ya que al llegar a la zona de pago había una barricada de chalecos amarillos que nos contaban: “danos la tarjeta del peaje, que se la vamos a mandar al presidente para que la pague él”. ¡Viva Francia! – le grité a Ura nada más pasar el peaje.
Pronto saldríamos de la autopista ya que no nos gusta demasiado conducir por este tipo de vías, las rectas son muy largas y el viejo Ford sólo tiene 4 marchas por lo que el consumo aumenta considerablemente. Entonces, decidimos salir por la nacional que a pesar de que sea una hora más, por lo menos los paisajes acompañan y la conducción requiere de mayor atención, por lo que estamos mucho más despiertos.
Apenas cuando nos quedaban 50km para llegar a nuestro destino, y contra todo pronóstico, nos encontramos una barricada en la general. Lo cierto es que ya era de noche y llevábamos más de 5 horas al volante por lo que eso, unido a que a los franceses, en general, les cuesta hablar otro idioma que no sea el suyo propio, hizo que tuviéramos que dar muchas vueltas extra y la broma se alargara más de lo debido, pero finalmente, a eso de las 20:00 llegamos a Tours y allí nos esperaba el risueño Ettien.
TOURS, UNA CIUDAD LLENA DE SORPRESAS
Mi intención en Tours es principalmente disfrutar de la compañía de mis viejos amigos, tocar en la calle y seguir mejorando el blog, además de crear una tienda online que me genere ingresos pasivos. De hecho, estos dos últimos temas son en lo que mayor tiempo voy a invertir con mucha diferencia ya que, como sabéis, soy principiante en este área y avanzo, pero a paso muy lento. Muchas noches he pasado frustrado tratando de entender por qué no funciona esto o lo otro y aunque el resultado obtenido es bastante satisfactorio, las prisas por terminar con el blog y la tienda antes de llegar al templo me están matando. Afortunadamente o por desgracia, Fanny y Ettien trabajan por lo que tengo muchísimo tiempo para mí solo y paso largas noches viendo videos de Romuald Fons, al cual le debo todo lo que estáis viendo materializado en la web y lo que veréis en el futuro en la tienda o tiendas online que tengo en mente realizar.
No sólo el hecho de que la pareja de franceses trabaje son los culpables de mi reclusión en casa, el tiempo no acompaña y durante toda mi estancia en Tours la lluvia no cesará, por lo que me es imposible comenzar mi aventura como músico viajero. Sin embargo, uno de los primeros días mientras probaba nuevas canciones con el looper -Rocket Man de Elthon John se convertirá en uno de mis temas favoritos para interpretar con la guitarra- Ettien recibe la llamada de Clement, uno de sus grandes amigos, que decide pasar a visitarnos y de paso probar un poco mi guitarra.
La verdad es que Clement se va a convertir en un gran aliado musical durante esta semana. Conectamos desde el primer momento y no pierdo la mínima oportunidad para ir a su casa, ya que en ella cuenta con un pequeño estudio de grabación con diferentes guitarras, pianos y loopers y todo ello con una magnífica insonorización, por lo que os podéis imaginar el ruido que podemos hacer sin miedo a molestar a nadie, una auténtica maravilla.
He de reconocer que nunca he visto una casa que me gustase tanto como la de mi nuevo amigo. Sillones de cuero, chimenea, habitación insonorizada para hacer música y toda una serie de atrezzo vintage que parecía sacado de mi casa del futuro, por lo que esto me hizo sentirme aún más cercano a Clement con el que ya me había percatado que teníamos muchísimas cosas en común.
En contraposición a esta casa de ensueño, uno de los días fui a ver otro tipo de casa completamente diferente: una casa en una cueva. Cerca de Tours, existe un pueblo en el que sus habitantes viven en cuevas acondicionadas como casas, por lo que cuando llegamos a este pueblo, pude observar un barrio lleno de cuevas con sus respectivos jardines. Estas casas tienen la temperatura perfecta y estable, tanto en verano como en invierno, aunque cierto es que son bien húmedas y no recomendadas para asmáticos. Me hubiera gustado enseñaros fotografías del lugar y de las casas pero las inquilinas, amigas de la universidad de Fanny, me pidieron que mantuviera la discreción para preservar la tranquilidad que estaba integrada en el barrio desde hacía décadas, por lo que si queréis saber más sobre este lugar tendréis que buscarlo por vuestra cuenta.
No creáis que aquí acabó mi aventura con las cuevas. Resulta que esa semana era el cumpleaños de Clement y su pareja le preparó una fiesta sorpresa con todos sus amigos en una de esas cuevas. Estas cuevas, además de utilizarse como viviendas, también pueden ser usadas como lugares de reunión, al más puro estilo sociedad o txoko del País vasco. Haiman, la novia de Clement, había alquilado este txoko que contaba con cocina, frigorífico, nevera, chimenea y todo lo necesario para organizar una reunión o una fiesta. Dada mi conexión musical con Clement y puesto que fui invitado a la fiesta, me propuse como Dj para el evento, sabía que al menos una persona en esa fiesta estaría contenta con la música que iba a sonar y de hecho, era la persona del cumpleaños. Finalmente, no sólo Clement estuvo encantado con mi selección musical, sus familiares y sobre todo su tía disfrutaron muchísimo de los grandes clásicos que sonaron. De hecho, jamás he visto a nadie bailar Let´s Dance de David Bowie con tanta pasión y alegría y aunque la noche se alargó más de lo debido, Fanny y yo nos fuimos a casa ya que ella trabajaba y yo había dejado a la pobre Ura sola.
Al día siguiente, apareció Ettien destrozado por las consecuencias de una larga noche de celebración. Sin embargo y contra todo pronóstico, ese día aprovechamos para salir a dar un paseo y conocer la hermosa ciudad de Tours. La ciudad está repleta de calles con nombres de filósofos, fue una importante ciudad que aún conserva esas estructuras de tiempos pasados y que unida a los mercados navideños, hace de ella un lugar altamente recomendable para el turismo.
Tras una buena semana de trabajo en el blog y largas conversaciones con mi amigo, el enfermero estudiante de sociología, sobre idiosincrasias, historia, situación política y el problema de los franceses con su adicción al queso, me despido para continuar mi viaje hacia Alemania. Aún me queda una semana y me separan casi 1.000 km por ello decido utilizar Couchsurfing, primero en Dijón y después en Estrasburgo, además de Blablacar para ahorrar algo de dinero. Os adelanto que nada de lo planeado aquí salió tal y como esperaba y de hecho, tuve más de un susto, sobre todo económico.