BARCELONA: PROBLEMAS DE PERROS , BUROCRACIA Y LOS 3 MERCADOS.
Desde un principio, no teníamos muy claro si debíamos ir a Barcelona o no. No somos muy fan de las grandes aglomeraciones y las ciudades, pero Barcelona, es una de las ciudades referentes en España a nivel cultural, por lo que quería aprovechar para intentar sacar dinero tanto tocando la guitarra en la calle como en los mercados de segunda mano.
Llegué el día 1 a Barcelona con 3 objetivos claros. Seguir con la construcción de este blog, participar en 2 mercados de segunda mano (que acabarían siendo tres), y probar suerte como músico callejero. Obviamente, nada de esto salió tal y como esperábamos.
Nuestra primera centro de operaciones donde pasaría tres semanas, sería la casa de mi vieja amiga Paula, Educadora Social, la cual comparte piso con Jade una encantadora brasileña que me ayudó muchísimo en los mercados de segunda mano en los que participé y Eda, otra brasileña emprendedora, la cual me salvó el culo en más de una ocasión con este blog.
Como ya os he comentado antes, nunca he creado un blog ni nada que se le parezca, por todo esto me bloqueo cada poco ya que algo no sale bien y debo tocar todos los botones para saber para qué es cada cosa. Así me paso el día: tocar botón, vista previa y atrás, tocar botón, vista previa y atrás.
Entre tanto, para despejarme, afortunadamente, a 100m de la casa de las chicas, hay lo que yo conozco como “pipican” aunque creo que “parque para perros” es un término mucho más acertado. La primera vez que Ura y yo bajamos al parque para perros de la Av. Mistral, no dábamos crédito al lugar maravilloso con el que contaban los barceloneses para poder soltar a sus perros sin miedo ninguno. Un lugar ideal para que en plena ciudad, un perro pueda hacer sus necesidades y jugar con otros perros. El recinto perruno contaba con todas las comodidades para cualquier usuario con perro: el suelo lleno de arena para que los perros corran y escarben, bancos para los humanos y algunos perros rebeldes, basuras, dos palmeras en las que, de cuando en cuando los loros barceloneses se acercaban a cantar, dobles puertas para que ninguno perro se escapase cuando otro canino viniese al recinto,.. todo perfecto, un sueño hecho realidad para todos las personas y sus perros de ciudad. Sí, ahora es cuando viene el PERO.
EL PROBLEMA DEL PARQUE PARA PERROS DE LA AV. MISTRAL

Mientras yo alucinaba por tener un lugar tan bueno a 100m de casa para bajar a Ura para desfogarse, la juguetona mestiza jugaba con un joven beagle. El Beagle, perro que alguno de vosotros relacionareis con Snoopy, es un perro de caza y rastreo. Esto quiere decir que un beagle ladrará con mayor facilidad que otras razas de perros, ya que este ladrido ayudaba a sus amos a encontrar a sus perros y por consiguiente a las presas. Si transportamos esto al 2018, donde el beagle ya no caza pero mantiene sus instintos casi intactos, podemos imaginar cuál es la conducta habitual de juego de esta clase de perros: correr detrás de otros perros ladrando sin parar. Puestos en situación os contaré lo que nos pasó a Ura, el beagle, su compañera humana, otra pareja perro-humano y a mí, un sábado a las 12:00 a.m. en el parque para perros de la avenida mistral.
Hacía un día soleado, aunque no caluroso, y bien es cierto que el beagle estaba dando un poco la lata con los ladridos mientras jugaba con Ura. De pronto, tras nosotros, un hombre de unos 35 años, desde fuera del recinto de los perros, se agarra a la valla, y con la vena en el cuello más grande que la palmera del parque, nos empieza a gritar a los tres humanos sin nosotros saber realmente a qué demonios venía semejante escándalo (recordad que había un perro ladrando tras Ura). El parque está en una zona peatonal por lo que el espectáculo estaba servido para los usuarios de las terrazas cercanas al bar. El hombre estaba realmente fuera de sus casillas y lo primero que acertamos a escuchar fue:
“¡Deberíais mostrar un poco más de civismo! ¡Estamos artos de este escándalo! ¡Queremos descansar! ¡En este vecindario hay personas enfermas, embarazadas y gente mayor! ¡¡¡¿No veis los carteles en los balcones?!!!”
En ese momento, los 3 perros que se encontraban en el parque, empezaron a ladrar y se pusieron muy nerviosos (obvio), lo que hizo que incrementara el enfado del hombre, el cual nos exigía hacer callar a los perros en ese momento. Ninguno de los tres usuarios del parque que nos encontrábamos allí habíamos articulado palabra desde el comienzo del speach. En este momento, calmado, intenté explicar al hombre que si bajaba el tono y se relajaba un poco seguramente los perros dejarían de ladrar ya que, los ladridos de ese momento, eran consecuencia de la energía que transmitía él. No conseguí decir dos palabras, el seguía despotricando, por lo que nos mantuvimos callados, intentando tranquilizar a los perros, hasta que el hombre se desahogo y acabó marchándose. No me podía creer lo que acababa de pasar, teniendo en cuenta que estábamos a pocos metros de la av. de parallel, una carretera con muchísimo tráfico, bocinazos, sirenas,… También me sorprendió el tema de los carteles que había comentado el hombre. Los dos edificios pegados al parque perruno, estaban abarrotados de pancartas que decían “fuera el pipican” y “queremos descansar”.
En las tres semanas que viví en la calle Mistral, pude bajar con mi perra a todo tipo de horas al pipican, incluso a las más intempestivas, dado que para escribir, prefiero hacerlo de noche, y si tuviera decir que el parque para perros podría ser realmente molesto, lo diría de una franja horaria muy limitada y concreta, de 20:00 a 22:00 aproximadamente, que era la hora del día en que más personas y perros se concentraban en el lugar (llegué a contar 17 perros un día).
A pocos días de marcharnos de Barna, mi joven perra y yo, bajamos a las 2 de la mañana al parque canino, tras un largo día recluido en casa. Allí nos encontramos con Santi y su compañero humano. Sí, Santiago era el nombre del perro, en honor a Santiago Carrillo. Santí no tenía más de 5 meses de edad y era un mestizo de pitbull y malinois por lo que, a pesar de ser un cachorro aún, no todos los juegos de Santi le gustaban a Ura. A Ura le gusta correr y sobre todo que le persigan y de vez en cuando también le gusta el juego de morder e incluso el de empujar y dar rechazos (muy típico de perros como el Pitbull) sin embargo, Santi ya era más grande que Ura, por lo que cuando la energía subía de tono, la pequeña perra viajera decidía dar por finalizado el juego y para ello se subía al banco. En ese momento, el cachorro Santi daba un tímido ladrido para reavivar el juego, al que Ura casi siempre respondía con un repentino sprint que daba por abierto el tiempo de juegos otra vez. Apostaría a que fueron entre 6 y 8 los ladridos (ladridos de juego de cachorro) que Santi dio en casi una hora que estuvimos allí. Pues bien, cuando estábamos a punto de irnos, Ura decidió hacer kaka y en ese momento, en el que yo recogía sus excrementos, cayeron a menos de 1m de distancia de mi dos huevos con una fuerza brutal. No pudimos ver quién ni de dónde venían los proyectiles, lo que sí sabemos es que esos dos huevos me hubiesen hecho daño.